Drunk Yoga, ¿puedes guardar el equilibrio con una copa de vino en la mano?

01/08/2020

Como soy un poco pesada por lo mucho que me gusta el yoga –y porque mis amigos saben que otra cosa que también me gusta es una copa de buen vino–, recibí por Whatsapp un vídeo que me dejó fascinada: una nueva forma de entender el yoga, Drunk Yoga®. Un estudio de Nueva York ofrece sesiones de unos 90 minutos muy distintas a cualquier otra clase de yoga que yo haya probado: para romper el hielo, se empieza con una copa de vino en la mano, 20 minutitos de charla para conocer a los compañeros, antes de empezar la práctica en sí, 45 minutos de Vinyassa yoga, con tu copa en mano, manteniendo el equilibrio. La clase acaba con media hora en la que apurar las copas y comentar la experiencia. En algunas posturas (como en la del perro boca abajo) tendrás que dejarla apoyada en el suelo y podrás sorber con una pajita. De vez en cuando puedes dar pequeños sorbos y rellenarla (ya que conviene no llenarla mucho para que no se desborde con el movimiento). A veces hay pequeños juegos, si pierdes el equilibrio has de contar quién fue tu ídolo de adolescente o recitar unos versos. La experiencia es embriagadora, pero no por el alcohol que consumes (a lo sumo una copa o copa y media de vino), sino por la desinhibición: el yoga se entiende más como un momento de relajación y de gozo, de risa, de amistad. Drunk Yoga® no va de vino y yoga, sino que se trata de una experiencia grupal, en la que se mezcla la happy hour del bar con una actividad física interactiva y edificante. Drunk Yoga® va de jugar, de aprender a cultivar la alegría a través de la magia que supone la conexión con los demás. Como una imagen vale más que mil palabras, este es el vídeo que a mí me cautivó.

Me pongo en contacto con Eli Walker la fundadora y me explica cómo se le ocurrió la idea: Trabajaba en un bar cuando estaba en la universidad para financiarse los estudios de Arte Dramático cuando su jefe comentó que, ya que Eli era instructora de yoga, podía darle clases ya que no podía tocarse la punta de los pies. Cuando fue a demostrárselo, llegó de sobras, y se excusó: "Bueno, eso es porque he bebido". Walker se dio cuenta de lo intimidados que se sentían los alumnos que acudían a una clase de yoga. Ella misma, yogui certificada, se sentía muy poco satisfecha de lo exclusivo que resultaban las sesiones de yoga convencional, que a veces ofrece una imagen militarista, individualista, competitiva y a menudo patriarcal. Todavía se acuerda con escalofríos de su instructor durante sus años de formación, más parecido un general espartano que a un ser de luz y amor.

Justo lo contrario de lo que debería ser el yoga: accesible a todo el mundo sin importar tu condición física, fuente de felicidad y alegría, no una competición para ver quién hace la asana más retorcida o tiene el cuerpo más perfecto según los cánones occidentales. Todas las que somos adictas al yoga estamos continuamente bombardeadas en las redes sociales con publicidad sobre retiros de ensueño donde practicar en medio de la naturaleza, ropa técnica y esterillas de todo tipo e imágenes de yoguis en posturas que ni los acróbatas del Circo del Sol. El yoga debería ser divertido, no algo exclusivo y encopetado.

Así que en otoño de 2017, tras anunciarlo en todas sus redes sociales, Eli Walker dio su primera clase de Drunk Yoga® en el Gray Lady de Manhattan, a la que solo acudió el duelo del local. Aun así, este la disfrutó muchísimo y le animó a seguir cada lunes a las 19.45 h. El precio era de 30 dólares e incluía todo, clase, alcohol y sumergirte de lleno en una experiencia única. Poco a poco se corrió la voz, y cada vez hubo más gente, hasta que Eli se vio obligada a ampliar sus horizontes, montar la empresa con la ayuda de otros instructores de yoga que comparten su misma filosofía de vida. Así nació Drunk Yoga®, una empresa que ofrece otras actividades para embriagar el espíritu de los yoguis como Vinoyassa o Coffee Yoga. También retiros, sesiones de empresa o incluso una forma distinta de celebrar una fiesta entre amigos.